Estos breves y serios relatos, hijos de la realidad y de la invención creadora, van cargados de dulzura y melancolía. La Navidad es un bosque de signos y el benéfico efluvio de éstos
sobre la vida comunitaria, en el mundo, especialmente en Occidente cristiano de Europa y América. Los símbolos cobijan, arropan, hacen llevaderos los días, nos levantan del tedio, generan
procesos de “encantamiento del mundo”, como quería Max Weber. El poder de los signos del origen, de la familia, de la salvación, de la consolación y la esperanza ha “construido”
la cosmovisión cristiana. Símbolos, sentidos y valores han marcado la historia y la cultura, una profunda y madura tradición, hoy interna y operante en la modernidad.

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